Cuando escuché el comentario de Erandi, no pude evitar fruncir el ceño. Aunque todos sabíamos que no se podía permitir que el bebé permaneciera, su falta de afecto por el bebé que llevaba en el estómago y su inquebrantable decisión de abortarlo me hicieron sentir que era demasiado despiadada.
Sin importar cómo terminara con el asunto del niño, seguía siendo su hijo. Estaba en su vientre y ya formaba parte de ella. Por esa razón, la furia se encendió dentro de mí cuando ella vilipendió así a su hijo.
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