Capítulo 4 Pasa la noche conmigo
De la nada, mi mirada se centró en un hombre a cierta distancia. Él llevaba puesta una camisa blanca y estaba bebiendo solo en el bar con una expresión sombría en su rostro. Lo reconocí: era el superior inmediato de Josué, Miguel Sosa. Una vez, Josué me llevó a una fiesta de su empresa, y Miguel dio un discurso, así que lo reconocí, pero no entendía por qué él frecuentaría un lugar como este.
«¿Mmm? ¿Qué hace un hombre exitoso con rango de élite como él en un bar para pasar el tiempo? —Al instante, me sobrevino un pensamiento—: ¡Ya que me traicionaste, Josué Centeno, te haré lo mismo a ti!».
Aturdida y sujetando mi copa de vino, me puse en pie y avancé tambaleándome. Cuando estaba a punto de alcanzar a Miguel, me tropecé y caí en sus brazos. Era un hombre joven que parecía tener unos treinta años. El cuello de su camisa estaba abierto un poco y tenía las mangas dobladas hasta la mitad del brazo, mostrando su piel bronceada. Su puente nasal era alto, tenía unos labios tentadores y, aunque no mostraban emoción, sus ojos eran intensos y profundos.
«¡Qué hombre tan apuesto y distante!».
Miguel me miró con frialdad y aborrecimiento antes de apartarme a un lado.
—Pasa la noche conmigo —le susurré con placidez mientras mi mirada se perdía en su apuesto rostro.
—¿Qué?
Era evidente por la manera en que se le abrieron los ojos de par en par que no esperaba a que yo fuera tan directa.
—Dije que pasaras la noche conmigo, ¿no entendiste una sola palabra? —murmuré a unos cuantos centímetros de sus labios, enrollando mis brazos en su cuello. Al haber bebido, me llené de valentía proveniente del líquido. Por lo normal, nunca haría tal cosa, pero no había nada que me retuviera después de haber experimentado dicho trauma.
—¿Qué acaso las mujeres ahora son tan descaradas? ¿Tienes tanta prisa de que te llenen? —dijo Miguel, mirándome con indiferencia, con sus ojos llenos de desprecio.
«Bien, ahora ha de pensar que soy el tipo de zorra que suele seducir a hombres en bares».
—¿Qué? —le pregunté—, ¿no te atreves a hacerlo o no eres capaz?
Di una risa despreocupada, fijando mi mirada ahora a su ingle, mi voz tiñéndose con un toque de burla.
«Ningún hombre en el mundo podría soportar el insulto de que otros crean que es incompetente en sentido sexual, en especial si se lo dice una mujer, y creo que él no es la excepción».
Así, su expresión cambió cuando al oír mis palabras y la mirada en sus ojos se tornó más fría.
—¡Espero que no te arrepientas!
Al siguiente momento, Miguel me sacó del bar y se registró en una habitación de un hotel al cruzar la calle. No pude evitar apoyarme en él porque perdí el equilibrio después de haber bebido tanto. En el instante en que cerró la puerta, Miguel me levantó el mentón y me vio con una mirada indescifrable, pero tras solo un segundo, me besó los labios. El beso fue dominante y salvaje, haciendo que perdiera mis sentidos.