—¿Quieres irte ya? Ni siquiera hemos comprado nada. —Miguel tiró de mi mano, sin mostrar signos de querer ceder.
Lo miré furiosa mientras ninguno de los dos se movía de su lugar, jamás lo hubiera acompañado de haber sabido que me traería aquí, estaba claro que no conocía la vergüenza.
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