Capítulo 13 Te estás haciendo la difícil
—¿Cuál es tu relación con Josué Centeno?
Al fin, Miguel habló, pero sus ojos me interrogaban mientras me observaban. Al oír el nombre de Josué Centeno, era inevitable que se me apretara el corazón; sin embargo, ya había pasado lo peor, así que pude disimular mi angustia.
—No tengo ninguna relación con él; solo somos desconocidos.
«En el pasado, él era para mí la persona más importante, el hombre a quien le confiaría el resto de mi vida, pero ahora solo no éramos más que desconocidos».
—¿En serio piensas que me creeré eso, Andrea García? —me dijo con una mirada fría y con una voz un tanto furiosa. Al oír sus palabras, mi corazón dio un salto.
«¿Cómo supo mi nombre? ¡No recuerdo habérselo dicho!».
—¿Cómo supiste cuál era mi nombre? ¿Te lo dije yo? —le pregunté con suavidad, volteándolo a ver a sus ojos cautivadores.
—¿Te parece que me sea difícil investigar a alguien? Además, la mujer con la que estaba Josué Centeno te mencionó por nombre —respondió con una voz grave y sensual. Con el ceño fruncido, me examinó como si fuera una idiota.
—Yo… Yo tengo que irme. Fue pura coincidencia habernos encontrado de nuevo hoy, y gracias por haberme ayudado.
Al haber dicho esto, me volteé para irme, pero por desgracia, Miguel me volvió a poner contra la pared y, recargando sus manos contra esta, se me acercó y me abrazó. En ese preciso instante, pude percatarme de lo rápido que me latía el corazón; después de todo, su apuesto rostro estaba a unos cuantos centímetros de mí. Sería extraño si no sintiera nada por la cara de un hombre tan guapo.
Aun así, sentía que se debía a que no estaba acostumbrada a tener contacto con otro hombre que no fuera Josué. Durante los últimos siete años que estuve con él, mantuve una distancia del sexo opuesto, y, por eso, era inepta al tratar con hombres.
—Ah, ¿querías irte así nomás? —me dijo con una voz profunda y seductora mientras cerraba el hueco entre los dos. Cada sílaba que emanaba de su boca me tocaba las cuerdas del corazón, y este no podía dejar de latir.
—¿Q-qué es lo que quieres de mí?
Mientras se me acercaba más, no me atrevía ni siquiera a respirar.
—¿Y bien? ¿Te estás haciendo la difícil?
Su mirada se enfrió y su voz con tono interrogativo se tornó distante. Al principio, estaba un poco nerviosa, pero la furia dentro de mí se disparó al oír su pregunta.
«¿A qué se refiere con eso? ¡No estoy haciéndome la difícil!».
—No entiendo qué quieres decir con eso. Lo siento, tengo algo que hacer, así que me tengo que ir.
Con fuerza, le quité el brazo de encima antes de irme con prisa.
«¡Aj! En definitiva, no está bien de la cabeza. ¿Cuándo me hice la difícil? ¿De qué rayos está hablando?».
Pensé que no me dejaría ir tan fácil, pero, para mi sorpresa, no me detuvo. Nunca me había sentido tan desolada mientras caminaba sola por la calle. La escena que sucedió en el centro comercial antes seguía reproduciéndose en mi cabeza. No entendía cómo fue que olvidé a Josué por completo y ya no sentía dolor por su traición.
Cuando regresé a la casa de Natalia, me hizo un montón de preguntas sobre Miguel en cuanto entré.
—¡Rápido, cuéntame todo! ¿Qué relación tienes con el hombre al que nos encontramos hoy en el centro comercial? ¿Es con el que pasaste la noche aquel día?
Era una persona muy inteligente, así que en esencia acertó sin que yo dijera una sola palabra.