El pomo giró y la puerta del dormitorio se abrió poco a poco, levanté la taza en alto y la estrellé contra el intruso, apuntando directo a su cabeza. Solo si le dejaba sin aliento podría crear una oportunidad para escapar.
Por desgracia, me había sobreestimado. Antes de que pudiera golpearlo, el intruso me agarró la mano retorciendo mi muñeca, la taza cayó al suelo y se hizo añicos.
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