—No voy a ir al hospital, digas lo que digas. No estoy embarazada. ¡No estoy embarazada! —Erandi rugió y corrió escaleras arriba. Era obvio que no quería seguir hablando con nosotros. Entró en su habitación y azotó la puerta.
Las lágrimas empezaron a rodar por los ojos de Alicia y me sentí mal por ella.
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