—En verdad quería darte las gracias por Erandi. De no ser por ti, me da miedo imaginar qué otra cosa le habría pasado —dijo Alicia con seriedad mientras se sentaba a mi lado con mi mano entre las suyas.
Me habló de una manera muy cordial que me hizo fruncir el ceño de manera incómoda. Para ser sincera, no me gustaba lo distante que me hacía sentir aquello.
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