—¿Qué quieres decir con eso de dejarlo ir? ¡Es tan fácil para ti decir eso! —gritó mi mamá. Cuando intentaba hacerla entrar en razón se enfurecía cada vez más—. Ese millón estaba tan cerca y ¡puf! ¡Se fue! Y todo es tu maldita culpa. ¿Crees que voy a dejar pasar esto?
Mi mamá insinuó que, si hubiera sido una hija obediente y la hubiera escuchado, habría podido conseguir el dinero. Todo era culpa mía por haber tirado el dinero. En ese momento, no se podía razonar con ella. No importaba lo que pudiera decir, sería en vano ya que no estaba de humor receptivo.
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