Capítulo 5 Una noche de pasión
La noche pasó volando en una ráfaga de pasión feroz y me dolía todo cuando me desperté por la mañana. Con el más mínimo movimiento, sentía que estaba a punto de hacerme añicos, por lo que no pude evitar maldecir a Miguel en mis pensamientos:
«¡Aj! ¿Qué tan loco se puso anoche? ¿Qué acaso es una bestia? —Al sentarme, me observé el cuerpo y me hallé chupetones esparcidos por mi pecho y moretones en los brazos. En ese instante, me enfurecí más—. ¡Demonios! ¿Tenía que ser tan fuerte?».
—¿Qué te parecieron mis habilidades en la cama? ¿Estás satisfecha? —sonó una voz grave y sensual a mi lado. Cuando volteé la cabeza, de inmediato vi a Miguel mirándome con una expresión sombría en su atractivo rostro.
Me sobrevino el pánico y, apresurada, me cubrí el cuerpo con sábanas. Aún se sentía raro que un extraño en sí me viera el cuerpo a pesar de que fui yo quien se le insinuó anoche.
—Vaya, conque ahora estás intentando aparentar inocencia, ¿eh? Siendo que anoche estuviste muy alocada.
Miguel se levantó y se me acercó, su voz llena de desprecio. Su conducta pretensiosa me perturbaba porque me hacía sentir como una prostituta. Mientras volteaba las sábanas, tomé mi ropa del suelo y me la puse delante de él.
—Tus habilidades fueron buenas y esa parte de ti era lo suficiente grande, así que estoy satisfecha —le respondí, echándole una mirada a su entrepierna.
Ante esto, Miguel se enfureció y, mientras me observaba, la furia en su rostro era muy visible.
—¿Ahora todas las mujeres son tan sinvergüenzas como tú? En serio no tienen ningún remordimiento al hablar, ¿no es así?
En cuanto dejó de hablar, noté que su mirada estaba fija en la cama y, a raíz de esto, se veía confundido. Seguí su mirada y se me apretó el corazón al notar la mancha de sangre.
«Durante los siete años en que salí con Josué, siempre sentí que debía salvar mi preciosa virginidad para la noche de nuestra boda, pero ¡descubrí la verdad antes de ello! Por eso, ¡le di mi primera vez a un hombre desconocido! ¡Qué ridículo!».
—¿Fue tu primera vez? —me preguntó Miguel, quien me volteó a ver con ojos confundidos.
—¿Y qué? ¿Vas a decirme que tienes un complejo de virginidad? —exclamé en tono despectivo después de retraer mi mirada, viéndolo fijamente a su rostro perplejo.
Era probable que a Miguel no le gustara mi actitud, ya que sus cejas se arrugaron con fuerza mientras me miraba con desagrado.
—Bien, y ¿qué es lo que quieres? ¿Dinero?
Pasó un largo momento antes de que pudiera responderle; como antes, su voz seguía indiferente.
—¿Por qué? ¿Las mujeres con las que duermas siempre te piden dinero?
Al sentirme insultada, lo miré enfadada e indignada.
«¡Solo quería vengarme de Josué! ¿Acaso parezco alguien que está buscando hacer dinero tan fácil?».
—Solo tuvimos un intercambio mutuo de favores; no necesito tu dinero y seremos extraños después de esto.
Tras haber dicho esto, me fui del hotel porque no quería hablarle más. Regresé a la casa de Natalia, quien me llevó a la habitación.
—¡Andrea, no sabes lo preocupada que estaba cuando pasaste la noche afuera! Te intenté llamar, pero no pude contactarte. No me digas que Josué y tú…