El agudo dolor que sentí cuando mi trasero tocó el suelo, me hizo fruncir el ceño en agonía, a mi madre no le preocupó empujarme ni mucho menos le importaría saber sí me había lastimado; por otro lado, Miguel, quien se había mantenido neutral todo ese tiempo, miró a mi madre con furia cuando esta me empujó.
—¡Basta! —exclamó.
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