Miguel estaba descansando inmóvil sobre mi cuerpo, estaba exhausto y su pecho se agitaba, ya juzgar por su comportamiento, no pude darme cuenta de que era un hombre agresivo en la cama. Me pregunto con cuantas mujeres se habrá acostado para adquirir tales habilidades tan impresionantes; después, el hombre jadeó con fuerza por un largo tiempo antes de moverse de encima de mí.
—Miguel, ¿puedes hacer las sesiones más cortas la próxima vez? Si sigues así ambos estaremos exhaustos —le dije y me di la vuelta para ver un toque de disgusto en sus ojos. En ese momento, ya no podía sentir mis piernas, como si estuvieran rotas y me las hubieran arrancado.
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