Miguel iba a impedir que su padre me golpeara, pero llegó demasiado tarde. Antes de que pudiera pronunciar una sola palabra, sentí el dolor de la bofetada en mi mejilla.
En el pasado, Leonel me trataba como a su propia y preciosa hija. Pensaba en él como alguien con quien era fácil llevarse bien. Sin embargo, ese pensamiento desapareció por completo con esa bofetada suya. No sólo sentí el dolor en mi mejilla, sino que también me dolió el corazón.
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