Terminé sin decir ni una palabra más camino a casa de Natalia. Al llegar, nos recibió con una sonrisa, sobre todo cuando vio que estaba con Raúl, pero tensó su gesto cuando se dio cuenta de la ropa que llevaba puesta: la camisa de Miguel del día anterior. Era obvio que recordaría de quién era. Miguel siempre era el centro de atención. Natalia me recibió y me tomó de la mano, aunque su expresión era algo incómoda.
—Andrea, volviste.
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