Empecé a moverme en la cocina. Aunque era muy cansado preparar la cena para Miguel después de trabajar todo el día, en ese momento me parecía que valía mucho la pena. A decir verdad, él de verdad me había ayudado demasiado en mis asuntos familiares. Independientemente de si tenía otras intenciones, eso no cambiaba que me había ayudado cuando más lo necesitaba.
Sonreí de forma inconsciente mientras revolvía la sopa frente a la estufa. De pronto, un par de manos gigantes rodearon mi cintura. La respiración cálida de Miguel me hizo cosquillas en el cuello mientras recargaba su mentón en mi hombro.
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