Fruncí el ceño con insatisfacción cuando sentí la frialdad de Rodrigo. Al principio quise decir unas palabras de protesta. Sin embargo, como me sentía tan mareada, me callé y cerré los ojos para dormir. Al día siguiente, abrí los ojos de mala gana porque la luz del sol me causaba molestias. Me costó bastante adaptarme a la luminosidad. Cuando me levanté para cambiarme de ropa, me sorprendí al encontrarme en mi propia habitación.
«¿Qué pasó? ¿No estaba con Rodrigo bebiendo y me quedé dormida junto al río? ¿Por qué estoy ahora en casa? ¿Qué sucedió? ¿Rodrigo me trajo a casa? Pero me pareció ver a Miguel anoche. ¿Podría haber sido él?». Intenté recordar cómo había llegado a casa. Sin embargo, rechacé la idea de que Miguel fuera quien me había traído a casa en el momento en que surgió en su mente.
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