Capítulo 10 Hazme un favor
«¡Jamás perdonaré ese hombre despreciable!».
—De seguro solo estás celosa, Andrea García, ¡ningún hombre quiere a una mujer como tú! —dijo Mayra, quien me miró de manera altanera, con voz desdeñosa.
—¡Hay muchos hombres que quisieran Andrea! ¡Solo los cretinos, como Josué Centeno, están cegados y caerían por una perra como tú! —le respondió Natalia, irritada por su comportamiento arrogante.
—Oh, ¿en serio? ¿Hay hombres que la quieran? Bueno, entonces llama a su hombre para mostrar que es verdad. Quiero ver qué clase de hombre se interesaría en alguien como ella.
Mayra sabía cuánto amaba a Josué porque él siempre era el tema de conversación cuando nos juntábamos. En aquel entonces, yo la consideraba mi mejor amiga y cada vez que me preguntaba sobre Josué, creía que era una muestra de interés en mí. Sentía que no debía haber secretos entre buenas amigas, que no debía ocultarle nada, y le contaba todo lo que quería saber.
«Pensándolo ahora, ¡qué torpe de mi parte! ¡No me preguntaba cosas sobre Josué por interés hacia mí, sino que lo hacía para sí misma porque quería seducirlo!».
—¿Por qué no lo llamas? Apuesto a que nadie la quiere, ¿o me equivoco? —sonó el tono burlesco de Mayra, mirándome con una mirada arrogante y triunfante. Como se había robado a mi prometido, la cortesía entre nosotros se había acabado.
«¡Ja, ja! Ha de creerse porque mi prometido ahora es su hombre, ¿no? ¡Como sea!».
Frente a su cara déspota, me di la vuelta sin prestarle atención, pero no dejó que me fuera cuando me agarró de manera agresiva.
—¡Detente de una vez, Mayra Quintero! ¡Ya ganaste, ¿qué más quieres?!
Volteándome, la miré con furia.
«¡Maldita sea, esta mujer ya se excedió!».
Cuando apenas iba a responderle, me llamó la atención un hombre que estaba a poca distancia, haciéndome sonreír de repente.
—Quieres saber quién es mi hombre, ¿no es así? Está bien, ¡te lo mostraré en este momento! —dije con frialdad.
Tras haber dicho esto, caminé hacia Miguel, quien estaba a la vista. No entendía por qué estaba aquí, pero eso no era asunto mío. De todos modos, solo quería presumírselo a Mayra en la cara. En el momento en que lo alcancé, lo tomé del brazo y lo miré con una dulce sonrisa.
—¿Qué haces aquí, mi amor? ¿Viniste a sorprenderme?
Como mi repentina aparición lo tomó desprevenido, estaba atónito. Cuando me reconoció, se enfureció, parecía estar molesto.
«Vaya, ha de creer que lo estoy molestando, ¿no? Como sea, no tengo tiempo para explicarle todo. ¡Josué y Mayra están aquí, así que no tengo otra opción más que usarlo para no terminar humillada!».
—¿Eres tú? ¿Qué haces aquí? —respondió Miguel con una voz baja, pero aún se podía percibir la furia en su tono.
—Anda, hazme un favor; te regalé mi primera vez.
No sabía qué clase de persona era él ni tenía idea de si me seguiría la corriente o no; en realidad, ni siquiera le tenía tanta confianza a mi plan. Miguel me vio con desagrado, con una mirada intensa y confundida, así que no podía averiguar en qué pensaba. Aun así, me daba la sensación de que era una persona muy peligrosa.