Pensé que la Señora Casares se olvidaría del tema, pero empezó a hablar de nuevo. Contemplando su mirada devastada, no supe cómo consolarla. Debía ser difícil aceptar el hecho de que su hija no estaba bien.
—Andrea, ¿qué crees que debo hacer? ¿Debo decirle la verdad? Quizás debería contarle todo.
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