Aunque no me dormí. Quería hacerlo, pero no me sentía cómoda sin el pijama, así que lo único que podía hacer era mirar por la ventana.
Una hora más tarde llegamos al lugar, Rodrigo finalmente detuvo su auto. Salí en silencio y me dirigí a la playa. El mar era tan grande hasta donde alcanzaba la vista y un azul brillante resplandecía bajo el sol. Era encantador; con el solo hecho de verlo se llevaba mi frustración.
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