Rodrigo estaba muriéndose por conocer la identidad del hombre que amaba. Tenía una curiosidad insaciable, por lo que no pude decirle nada. Si se enteraba de que Miguel, su propio primo, era el hombre que amaba, se lo tomaría muy mal.
—No importa quién sea —argumenté—. No es más que alguien insignificante en mi vida de todos modos. Por mucho que me guste, es imposible que estemos juntos incluso en el futuro.
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