—¿Cómo te atreves a decir que no es tu culpa cuando tú eres la razón por la que ella cambió de opinión?
Mi mamá se negó a creerme y me hizo responsable de su pérdida una vez más. Aparte de Eduardo, el dinero era lo que más le importaba. Como no pudo obtener el millón, estaba destrozada.
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