Pese a ello, mis sentimientos de empatía hacia ella no disminuían el odio que le tenía, ya que seguía recordando la forma en que me provocaba. Por su parte, Miguel me hacía compañía todos los días dentro y fuera del trabajo. A pesar de que la naturaleza de nuestra relación era algo molesta para ambos, me encontraba contenta al respecto.
Un día, cuando yo iba de salida, Emma apareció frente al edificio donde estaban las oficinas. A juzgar por la forma en la que estaba parada, no había que ser un genio para darse cuenta de que estaba en el lugar para causar problemas. Miguel se había marchado temprano para tratar un proyecto importante, así que era obvio que Emma estaba aquí por mí.
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