Capítulo 37 Una cachetada a mi supervisor
César caminó alrededor del escritorio y se detuvo justo frente a mí, mirando mi busto con ojos pervertidos. Dado que mi físico era bien dotado por naturaleza, mi figura se notaba aún más porque estaba usando un traje de oficina ajustado. Esta quizá era la razón por la que César me comía con los ojos. Me enfurecía y, debido a su mirada obscena, tenía ganas de darle una cachetada, pero no tenía otra opción más que soportarlo porque era mi supervisor.
—Señor Suárez, le agradezco su oferta, pero prefiero depender de mis propias habilidades —le dije con gran naturalidad, sin humildad ni arrogancia. A simple vista, no dije nada para ofender a César, pero me expresé con claridad.
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