Enfurecida por la actitud de Miguel de hace rato, decidí mitigar su orgullo, por tanto, puse una sonrisa atractiva y entrelacé mi mirada con la de Raúl, mientras le agradecía con una modestia falsa. Aunque Miguel permaneció en silencio, pude sentir como su aura helada se volvía cada vez más fría.
—¡Ah! Parece que la mayoría de los lugares están ocupados, y como vengo solo, sería más fácil si me siento con ustedes dos. No les importa, ¿verdad? —dijo Miguel de manera casual y al tomar asiento a mi lado.
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