Pude ver con claridad la ira en los ojos de Josué, quien estaba parado cerca de mí. Sin embargo, no se atrevió a decir nada ante la presencia de Miguel. En ese momento, me di cuenta de que en realidad era un cobarde.
La mirada de Miguel cayó sobre Josué. Después, puso un brazo alrededor de mí, caminó hacia él y lo miró con indiferencia.
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