Cuando Miguel mencionó el asunto del niño, dejé escapar un suspiro. Todavía estaba molesta por ello, pero él me había prometido que no volvería a ocurrir. Si no lo superaba, el asunto arruinaría sin duda nuestra relación. Por lo tanto, decidí dejarlo pasar, pero tampoco estaba dispuesta a dejar que algo así volviera a suceder en el futuro. Mirándolo a los ojos, le dije con seriedad:
—Miguel, solo espero que nuestro hijo tenga una vida feliz, no me importa nada más.
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