Capítulo 119 Como una eternidad
Me sentí incómoda en el sillón, pensando en si debía escabullirme, cuando el sonido de la puerta del cuarto me sacó de mis pensamientos. Mi corazón se aceleró y miré de inmediato hacia la habitación. Tal como lo esperé, pude distinguir la figura de Miguel sin problemas. Salió con una bata puesta y unos cuantos mechones alborotados que cubrían su frente. Tenía un aspecto perezoso en ese momento.
Vio que estaba sentada en el sofá y pude notar la sorpresa en sus ojos, pero de inmediato caminó hacia la cocina, actuando como si no me hubiese visto. Agarró un vaso de agua del refrigerador y se detuvo cerca de mí. Tomó un sorbo de su bebida y, con una voz rasposa, me dijo:
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