Rodrigo ladeó un poco la cabeza y se me quedó viendo con preocupación; todo en lo que podía pensar era Miguel, así que ni siquiera le presté mucha atención a lo que me decía y simplemente bajé la cabeza con el corazón latiéndome a mil por hora.
«¡Demonios! ¿Cómo pude encontrármelo aquí?».
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