Capítulo 1717 Una flor inmutable
No le seguí el juego, pero tampoco me retiré. Me quedé esperando al lado del camino a que los hombres de Jonathan llegasen para llevar a Álvaro a casa; sin embargo, dos minutos después, escuché cómo comenzaban a tirar mesas y sillas dentro del club y a algunos empleados rogar por piedad.
—¡Señor Ayala, por favor, perdónele la vida a Teodoro! ¡Está consciente de lo que hizo!
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