Capítulo 777 Un dulce desayuno
Álvaro agachó su cabeza y me miró. Parpadeé un par de veces y podía ver cómo su sensual manzana de Adán se movía de arriba abajo. Después, tomó mi rostro en sus manos y se acercó para besarme. En un par de días, me acostumbré a su tendencia de besarme de vez en cuando. Deslicé mis brazos por su nuca y respondí a su beso de forma involuntaria. Supongo que, de alguna manera, lo siguiente que hice lo aprendí de él. Rodeé su cuello con una de mis manos y con la otra tomé el lóbulo de su oreja y la pellizqué ligeramente. Al parecer, esa parte de su cuerpo era muy sensible pues quedó toda roja después de algunas caricias.
—Álvaro, tus orejas son muy sensibles —vacilé después de soltarlo.
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