Capítulo 37 ¿Por qué no Rebeca?
Las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas y los sollozos se volvieron en llantos de angustia gradualmente. No podía importarme menos los sentimientos de Álvaro en ese momento. Al final, se detuvo y suavizó su tono para calmarme. Sin embargo, entre más me consolaba, más fuerte lloraba. Dejó de hablar y me sostuvo en sus brazos porque ni con tratarme de forma gentil funcionaba. Una vez que la fuente de agua se soltaba, era casi imposible detenerla. Se quedó sin más opción que abrazarme y dejarme llorar. Luego de un tiempo, lloré hasta el cansancio y con mis lágrimas ya secas, me comencé a calmar.
—¿Ya terminaste de llorar? —preguntó con voz baja y cansada. No estaba de ánimos para hablar y mis ojos estaban tan hinchados que apenas podía abrirlos—. Hace cuatro años, llevé al abuelo a la frontera sur para visitar a sus compañeros de armas y durante el camino, nos encontramos con un grupo de bandidos. —Me abrazó mientras hablaba y pude detectar melancolía en su voz, lo cual me sorprendió un poco. No sabía a dónde iba con todo esto y permanecí en silencio, dejando que me abrazara mientras lo escuchaba.
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