Capítulo 259 ¿Te apiadas de todo mundo?
La vida era corta y amarga. En definitiva, ella no deseaba una presencia tan tóxica en su vida. Ya que aún me sentía un poco mareada, quería regresar lo más pronto posible. Por ello, le di unas palmaditas en sus hombros y me retiré. Para mi sorpresa, ella me tomó las manos y se puso de rodillas. Al llegar al piso, sollozó en silencio y dijo:
—Lo lamento, señorita Arias. No debí haber hecho eso. Ahora sé mi error y he sufrido mi castigo.
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