Capítulo 200 El hueso de pescado atorado en su garganta
Por eso, Álvaro solo estaba sobre pensando. Cuando por fin llegamos a casa, me sentía tan cansada que no podía salir del auto y Álvaro me cargó al estilo nupcial hasta la habitación en donde me quedé dormida en segundos. Al día siguiente, me desperté y vi el otro lado de la cama vacío. Al querer agarrar mi teléfono, me di cuenta de que lo había dejado en el pabellón. Cuando terminé de bañarme, bajé las escaleras y me saludó la señora Hernández, quien Álvaro había traído de regreso.
—¡Buenos días! ¡Su barriguita de bebé ha crecido! Apuesto a que es niño. —Me pareció graciosa.
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