Capítulo 1030 Un secuestro
Gruñí al escuchar esto. ¡Esta mujer está loca! Seguí a Dalia de mala gana. Sin embargo, no habíamos avanzado tanto cuando no detuvimos. La delincuencia de la Ciudad K era igual de precaria como de vigorosa. Había unos hombres sentados bajo las lámparas de la ciudad con una luz tenue que apenas brillaban en la oscuridad. Unos estaban reclinados contra la pared y otros estaban sentados. Algunos se veían exhaustos, esqueléticos y apenas se podían sostener de las comidas que les daban los buenos Samaritanos en ocasiones. Otros estaban vestidos con ropa llamativa y tenían un puño de billetes en sus manos.
Me agarré de Dalia al sentir asco por el lugar tan mugriento y turbio. La jalé de forma frenética y le indiqué que nos fuéramos. Dalia obviamente también estaba aterrada, pero echó un vistazo y se dio la vuelta, lista para irnos. Sin embargo, irónicamente nos encontramos con la persona a la que acabábamos de ver antes de poder escapar. ¡Era Rebeca! Su rostro se veía desgastado bajo las luces parpadeantes de las lámparas. Sus ojos se expandieron primero por el impacto y luego al reconocernos. Al vernos, retrocedió su paso y sus ojos temblaban de un lado a otro por los nervios. Al darse cuenta de que no había hacia donde correr, me enfrentó de forma decisiva con sus ojos ardiendo en furia y desesperación.
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