Capítulo 172 Por favor, ten piedad
Aunque por instinto le temía a Jonathan, no podía abandonarlo porque en aquél entonces, solíamos pasar mucho tiempo juntos; era un hermano de otra madre para mí, a pesar de las cosas despiadadas que había hecho a través de los años. De pronto, el cuerpo de Álvaro se puso rígido. Se giró y me miró con incredulidad. El hombre que al principio estaba furioso se detuvo y se perdió en sus pensamientos, con el rostro lleno de decepción. Lo miré y puse el palo a un lado. Con la vista nublada por los torrentes de dolor que salieron de mis ojos, me puse de rodillas y supliqué:
—¡Detente! ¡En serio lo vas a matar!
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