Capítulo 1 Embarazada
«Seis semanas de embarazo»
Al leer esas tres palabras que aparecieron en el reporte de mi ultrasonido quedé impactada y conmocionada.
«¡Solo pasó una vez! ¿Cómo pude haber quedado embarazada? ¿Ahora qué hago? ¿Debería decirle a Álvaro sobre esto? ¿Ya no querrá divorciarse de mí por esto? Neh, ¡lo dudo! Quizás piense que estoy usando a este bebé para engañarlo»
Metí el reporte a mi bolso suprimiendo la frustración en mi corazón mientras salía del hospital. Había un Maybach esperando afuera con la ventana un poco abierta y apenas se podía ver un hombre atractivo con una expresión fría sentado en el asiento del conductor. Un hombre en un auto lujoso podía obtener la atención de todos los que pasaban por ahí. Álvaro Ayala era la representación exacta de tener riquezas y buena apariencia. Luego de muchos años, me acostumbré a las miradas curiosas de las personas, pero los ignoré y me senté en el asiento del pasajero. El hombre estaba descansando con los ojos cerrados cuando sintió un ligero movimiento y se pronunció un ceño fruncido entre sus cejas. Sin abrir sus ojos, preguntó con una voz profunda:
—¿Ya quedó todo arreglado?
—¡Sí! —Asentí mientras le pasaba el contrato firmado con el hospital, murmurando—. El Dr. Lara te mandó saludos. —Tenía la intención de firmar el contrato sola en el hospital, pero me encontré a Álvaro cuando venía aquí y por alguna razón se ofreció a traerme diciendo que estaba de camino.
—Estarás a cargo del caso. —Álvaro siempre ha sido un hombre de pocas palabras. En lugar de agarrar el contrato, me dio instrucciones de manera indiferente antes de encender el auto. Asentí y me quedé en silencio. Al parecer lo único que sabía hacer era obedecerlo y seguir sus órdenes. El auto se dirigió hacia el centro de la ciudad. Ya era tarde y no estaba segura hacia dónde conducía si no era de regreso al chalé. Aunque estaba confundida, no tomé la iniciativa de preguntarle hacia dónde íbamos y me quedé callada. El reporte del ultrasonido era lo único en mi mente, pero no sabía cómo abordar el tema. Volteé a verlo de reojo en medio de un dilema y como siempre emanaba un aura fría y distante. Su mirada firme y despiadada estaba enfocada en el camino.
—¡Álvaro! —grité. Las palmas de mi mano se volvieron sudorosas mientras apretaba mi bolso. Quizás eran por mis nervios de punta.
—Habla. —Esa sola palabra fue dicha sin ningún trazo de emoción. De todas formas, siempre me ha tratado de esa forma. Después de unos segundos, la tensión se fue alejando gradualmente de mi cuerpo al calmar mis nervios. Tomé un gran respiro y anuncié:
—Estoy... «Embarazada» —Solo tenía dos palabras que confesar, pero me tragué la segunda que estaba en la punta de mi lengua al momento que su teléfono sonó.
—Rebeca, ¿qué sucede?
«Algunas personas solo reservan su lado gentil y cariñoso para una persona»
Ese lado gentil de Álvaro estaba reservado para Rebeca Villa. Era fácil de ver por la forma en que conversaba con ella. Las palabras de Rebeca a través del teléfono causaron que Álvaro frenara de forma abrupta mientras hablaba con ella con un tono suave.
—Está bien. Estaré ahí en un momento. No te vayas de ahí, ¿de acuerdo? —Tan pronto como terminó la llamada, su expresión frívola regresó a su lugar. Me volteó a ver y con un tono seco, ordenó:
—Salte. —Su instrucción no dio lugar para discutir. Esta no era la primera vez que me sacaba de su auto. Al ver esto, asentí y tragué las palabras que planeaba decir hasta la garganta. Abrí la puerta del auto y salí. Mi matrimonio con Álvaro fue debido a un giro del destino, pero el amor nunca fue parte de la ecuación. Álvaro ya tenía a Rebeca en su corazón y mi existencia era redundante. Quizás, hasta se pudo haber considerado un obstáculo. Dos años atrás, George Fuller, el abuelo de Álvaro, sufrió un ataque al corazón. Mientras estuvo hospitalizado, obligó a Álvaro a casarse conmigo y por el bien de su abuelo, aceptó a hacerlo a la fuerza.
Él menospreciaba mi existencia, pero de todas maneras no hizo nada y ahora que su abuelo falleció, no pudo esperar a conseguir un abogado para mandarme a firmar los papeles del divorcio. El cielo había oscurecido cuando regresé al chalé. La casa enorme estaba vacía y parecía estar embrujada. Tal vez era por el embarazo que no tenía apetito y me fui a mi habitación para lavarme y terminar el día. En mi estado somnoliento, escuché un ligero sonido de un auto siendo apagado y venía del jardín.
«¿Habrá regresado Álvaro? ¿No se supone que está con Rebeca?»