Capítulo 6 Rebeca está embarazada
—Señorita Villa, me sorprende lo rápido que cambia de personalidad. —Tomé mi bolso lanzándole una mirada apresurada y me preparé para irme a casa de los Ayala. Como Álvaro no estaba dispuesto, era mi trabajo ir en su lugar. Tan pronto como llegué a la puerta, Rebeca se paró enfrente de mí para bloquearme el paso. Al ver que Álvaro no estaba, por fin podía dejar de fingir ser una conejita indefensa y de manera drástica, me cuestionó:
—¿Cuándo vas a firmar los papeles del divorcio?
Me quedé asombrada por un segundo. Sin embargo, me reí y la miré.
—¿Estás jugando a ser la rompe hogares para obligarme a divorciarme de él?
—¡Tú eres la rompe hogares! —Llamarla de esa forma parecía ponerla con los nervios de punta porque su rostro se puso serio y replicó—. Si no fuera por ti, la dueña de esta casa habría sido yo. Desde que Jorge murió, no hay nadie que te proteja y nadie te va a asegurar que sigas viviendo aquí. Si fuera tú, firmaría los papeles de divorcio, tomaría el dinero que Álvaro me ofreció y me iría lo más lejos posible.
—Bueno, ¡es una lástima que no sea como tú, señorita Villa! —respondí con tono frío mientras ignoraba sus puñaladas y la esquivaba para bajar las escaleras. A parte de Álvaro, nadie podía decirme nada para lastimarme. Al ser una persona que disfrutaba ser el centro de atención, Rebeca se sentía insatisfecha por el hecho de que la estaba ignorando y de pronto, agarró mi brazo.
—¿Qué tan descarada puedes ser, Samara? Ni siquiera le gustas a Alvi. ¿Cuál es el punto de aférrate a él?
Al observarla, me dieron ganas de reírme, pero dije mis siguientes palabras con mucha calma.
—Cómo estás consciente de su postura hacia mí, ¿de qué hay que estar nerviosa?
—Tú... —Rebeca se sonrojó sin poder contestar. Me incliné hacia ella con una ligera mueca en mis labios y bajé la voz para susurrar.
—En cuanto a por qué me aferro a él... —Di una pausa mientras entonaba mi voz—. Tiene muy buenas habilidades. Dime, ¿por qué me iría?
—¡Eres una descarada! —Los ojos de Rebecca se pusieron rojos por el enojo y sin pensarlo, levantó las manos e intentó empujarme. Las escaleras estaban detrás de mí y por instinto, me doblé hacia un lado para evitar que me empujara. Sin embargo, no me imaginé que ella fuera a perder el balance y se cayó por las escaleras— ¡Ah! —Su gritó cortante resonó por toda la sala y me quedé parada por un momento sin poder reaccionar. Para mi desgracia, me hicieron a un lado al sentir un aura helado lanzarse hacia mí. La figura de Álvaro se podía ver bajando las escaleras para revisar a Rebeca, quien estaba tirada en el piso al final de los escalones. Rebecca estaba encorvada en forma de balón, sosteniendo su abdomen con una mirada agonizante en su rostro ceniciento y con voz débil, habló:
—Mi bebé. Mi bebé. —Había un charco de sangre debajo de su cuerpo, manchando una gran parte de la alfombra roja y mi cuerpo se congeló.
«¿Está... embarazada? ¿Con el hijo de Álvaro?»
—Alvi, el bebé. El bebé... —Rebecca tiró de la manga de Álvaro mientras seguía repitiendo esas palabras como si fuera un disco rayado. La frente de Álvaro estaba empapada de sudor y su expresión frívola se hundió con temor.
—No temas. El bebé estará bien. —Consoló a Rebecca y la tomó en sus brazos antes de salir por la puerta. Después de dar unos pasos hacia adelante, se detuvo de forma repentina. Sus ojos brillantes eran oscuros como el abismo y el coraje en su voz era palpable.
—Imagino que estás feliz, Samara. —Esas simples palabras estaban llenas de odio y furia. Yo no tenía palabras y no supe cómo reaccionar.
—¿No irás tras ellos para explicarles lo que pasó? —Una voz profunda se escuchó por detrás, haciéndome entrar en razón. Me di la vuelta y me sorprendí de ver a Gael de repente. Contuve el pánico que se elevaba en mi corazón y con calma, pregunté:
—¿Explicarles qué?
Él levantó su ceja.
—¿No te da miedo que vaya a pensar que empujaste a Rebeca?
Mis ojos se hundieron mientras un indicio de amargura brillaba a través de ellos.
—No importa si la empujé o no. La verdad es que Rebeca se lastimó y alguien debe tomar responsabilidad por ello.
—¡Es bueno que lo sepas! —Gael bajó de las escaleras y salió del chalé con su maletín médico en la mano. Probablemente, se dirigía al hospital a ver a Rebeca.