Al ver que la situación estaba mal, el robot de al lado roció una niebla. Cuando Lorenzo respiró la niebla, se calmó en un instante. La sangre que hervía en su interior se enfrió. Lorenzo se miró las manos que aún temblaban por la excesiva agitación; sus ojos estaban llenos de consternación. «¿Qué ha pasado? ¿Por qué está sucediendo esto? ¿Por qué he perdido de repente el control de mis emociones?». Lorenzo nunca había perdido la calma de esa manera.
—Jajaja...
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