Capítulo 18 ¡Estoy casada con un viejo pervertido!
En cuanto Miguel se fue, Sofía tuvo que contenerse. Por fortuna, tenía otra identidad: estudiante de la Universidad de Bahía. La Universidad de Bahía era la mejor universidad de Cetos, y hacían hincapié en la educación de los estudiantes, por lo que no permitían que sus alumnos se saltaran las clases, como en otras universidades.
La universidad también tenía un sistema de créditos y reglas escolares muy estrictas, por lo que cualquier violación de esas reglas conllevaba una deducción de créditos. No importaba quién fueras, aquellos que despreciaran la universidad, tuvieran problemas de disciplina, o incluso obtuvieran malas notas, serían expulsados de manera inmediata.
No importaba lo ricos y poderosos que fueran, una vez expulsados, no habría vuelta atrás.
Sofía se sentía más segura con su identidad como estudiante de la Universidad de Bahía.
«Miguel no puede obligarme a dejar la universidad e ir a casa para estar con él. Si de verdad me tortura hasta la muerte, él será el responsable de todo cuando la escuela investigue al respecto. Todos los estudiantes de la universidad han sido elegidos con mucho cuidado, sobre todo los ciudadanos comunes como nosotros, que hemos sido admitidos solo por nuestro nivel académico. Por lo tanto, todos en la universidad son estudiantes de alto rendimiento».
El día era el tiempo libre de Sofía, y podía decidir el número de horas que quería permanecer en la universidad. Por lo tanto, se apuntó a varios clubes a la vez, e incluso eligió tres asignaturas optativas que se impartían por la tarde. Además, completó su horario con cursos de entrenamiento personal en el gimnasio.
Al ver su horario repleto de clases y cursos de gimnasia desde las 7 de la mañana hasta las 9 de la noche, sintió que por fin podía quedarse en la universidad al aire libre durante todo el día sin tener que volver a casa.
«Incluso puedo solicitar de forma directa la permanencia en la escuela a través de Miguel. Después de todo, se tarda media hora en llegar aquí desde casa, y Ciudad Bahía es conocida a nivel mundial por su tráfico, así que a veces, puede que ni siquiera lleguemos a casa en una hora. Vamos a ver cuánto tiempo puedo alargar esto».
Sofía estaba contenta consigo misma: aunque le habían confiscado su moto Yamaha, podía desplazarse por el recinto escolar en su monopatín. Se sentía como un pajarito feliz, y Miguel era una mujer vieja y arrugada que siempre intentaba mantenerla en una jaula.
Con el horario de clases que acababa de llenar, se dirigió a su próxima clase, pero le pareció que alguien la observaba desde atrás. Cuando volvió la cabeza, no había nada extraño detrás de ella.
Desde el momento en que había entrado en la escuela, sintió que se le ponía la piel de gallina por todo el cuerpo, como si un par de ojos observaran en secreto todos sus movimientos.
«¿Podría ser alguien de la familia Heredia? Pero no se atreverán a ponerme las manos encima en el campus universitario. Quizá sea porque ese pervertido ha vuelto, así que estoy empezando a alucinar debido al estrés».
Sofía lo pensó así, por lo que no se preocupó.
Sin embargo, justo en ese momento, su horario, repleto de actividades, cayó en la línea de visión de Miguel. Él se detuvo en el momento justo y amplió su horario para ver las asignaturas optativas que ella había elegido.
«Nutrición alimentaria, etiqueta social e inglés, así como educación sexual y sanitaria... Incluso se había inscrito en tres clubes: el de cultura culinaria, el de teatro y el de maratón nocturno. Su horario está repleto. Las asignaturas optativas empiezan por las tardes todos los lunes, miércoles y viernes, y las actividades de su club se celebran todos los martes, jueves y sábados. Los maratones nocturnos están programados para todos los fines de semana. Todo su día está casi lleno de clases e incluso se ha inscrito en un curso de entrenamiento personal en el gimnasio. ¿Piensa no volver a verme ni siquiera durante los fines de semana?»
Chasqueó la lengua una vez más. «¿Soy tan aterrador? ¿Por qué le doy tanto asco?». Masticó un chicle, mostrando una gran sonrisa en sus labios. Gabriel, que conducía el coche, vio su dulce sonrisa en el espejo retrovisor y supo al instante que estaría tramando algo no del todo bueno.
Sofía había tenido un día muy ajetreado en la universidad. Cuando salió por la puerta de la universidad, ya eran las 18.30 horas. Sin embargo, sus asignaturas optativas aún no habían empezado, porque era el comienzo de un año académico, así que no tenía ninguna otra clase a la que asistir por la tarde. Por lo tanto, había planeado cambiarse de ropa y comer, antes de jugar en un cibercafé hasta las 10 de la noche, cuando sería la hora de volver a casa.
Justo cuando tenía todo planeado para la noche, recibió una llamada de Héctor.
—Señora, el jefe me ha pedido que la recoja. Ya ha reservado una mesa para esta noche en el Restaurante para Parejas Pearl.
Después de terminar la llamada, salió con poco ánimo, pero no se dio cuenta de que alguien la seguía de cerca por detrás.
Cuando llegó a una esquina y se dispuso a buscar un lavabo para cambiarse de ropa, alguien la agarró de repente por los hombros.
—Sofía. —La voz suave y cálida de un hombre se escuchó desde atrás.
Ella detuvo sus pasos y se giró para ver a Ricardo de pie detrás suyo.
Como hijo mayor de los magnates inmobiliarios de Rivera, la familia Heredia, era igual que los demás estudiantes de la Universidad de Bahía. Había nacido con una cuchara de plata, por lo que su alma tenía rasgos de nobleza y elegancia.
Él solía ser el amor de su vida, y ella también era consciente de la distancia que los separaba, pero no creía en el destino. Había trabajado duro para convertirse en una mujer digna de estar a su lado. Sin embargo, la fría realidad le había dado una despiadada bofetada en la cara: un informe médico y una carta de expulsión casi arruinan su vida, ¡pero el hombre al que más había amado se había limitado a observar, con otra chica en brazos!
Ricardo había estado aprendiendo a llevar el negocio de su familia desde la secundaria, por lo que ahora ya era capaz de sostener la mitad de la empresa de la familia Heredia. Sin embargo, en la escuela, era un simple estudiante. Llevaba una camisa blanca como la nieve y se parecía al príncipe con el que sueñan todas las jóvenes. Estaba lleno de calidez y vitalidad, sin ningún tipo de contaminación por parte de la sociedad.
Sin embargo, Sofía se mostraba indiferente hacia él, y no lo miraba.
—Si tienes algo que decir, dilo rápido. Por favor, no hables de la demanda.
Ricardo sonrió con amargura. «Sofía es ahora como un erizo que levanta sus púas en posición vertical cada vez que me acerco a ella. Está tan a la defensiva y vigilante hacia mi, y ya no es la misma Sofía inocente de antes».
—No pasa nada, sólo he venido a verte. He oído que te has inscrito en un montón de cursos optativos. En realidad, no necesitas esforzarte tanto, porque te será fácil obtener esos créditos con tus resultados académicos. —Su voz seguía siendo tan suave como antes, como un susurro al oído por parte de un amante.
Sin embargo, Sofía no mostró ninguna emoción al escucharlo.
—¿Y eso qué tiene que ver contigo?
Ricardo se quedó sin palabras, pero al final, bajó las pestañas para ilustrar su melancolía y su pena.
—Sé que todavía me odias, pero no puedes descargar tu ira con Karina. Sabes con claridad que ella no haría algo así...
—Lo siento. No te odio. Sólo estoy recuperando lo que alguna vez fue mío. —Lo interrumpió con impaciencia.
La cara de Ricardo estaba llena de tristeza mientras miraba a la chica que tenía delante. Era muy distinta a la persona que recordaba en su mente. No sólo su aspecto era diferente, sino también su corazón.
—Has cambiado.
Sofía estaba siendo terca.
—Me he puesto frenillos.
Él se quedó sin palabras de nuevo. Aflojó los puños apretados mientras revelaba por fin la razón por la que había acudido a ella.
—¿No puedes dirigir todo hacia mí? Karina y Leila son inocentes. Soy yo quien te ha hecho daño. No proyectes tu odio por mí hacia los demás. —Dio dos pasos hacia delante y la agarró por los hombros mientras sus emociones comenzaban a hervir—. Dime ahora, ¿qué debo hacer para que retires la demanda?
Sofía puso sus condiciones.
—Pídele a tu hermana que se disculpe en público, y necesito 5 millones como compensación.
«Parece que no pudo encontrar una salida con el Sr. Feliú, así que acudió a mí para buscar la manera de avanzar».
Ricardo rechazó sus condiciones de inmediato.
—Sofía, sabes muy bien que somos una familia prestigiosa de Ciudad Bahía, así que es imposible que nos disculpemos por este tipo de cosas. Si retiras la demanda, te daré diez millones, e incluso podrás volver conmigo. ¿No podemos tratar esto como un simple malentendido? No me importa tu pasado y te trataré bien el resto de tu vida. Sé que no puedes tener hijos después de tu aborto, pero podemos adoptar muchos niños juntos en el futuro. Sabes que siempre te he querido.
«¿No puedo tener hijos por culpa de mi aborto? ¿Es la última historia que se ha inventado Leila?».
Sofía se quedó sin emociones en su interior, y hasta quiso reírse de sí misma por haberse enamorado de una escoria como él.
Levantó la barbilla y se puso despacio las gafas de sol, mostrando su fría elegancia.
—Lo siento, pero ya estoy casada con un hombre viejo, feo y pervertido que tiene toda la ciudad en sus manos. Si me quieres, siempre puedes hablar con ese viejo. Si eres capaz de volver a casa con vida, te respetaré de verdad como hombre.
—¿¡Qué!? —De camino al restaurante, la persona a la que se había referido como un viejo, feo y pervertido que tenía a toda la ciudad en sus manos, exclamó mientras veía una transmisión en vivo en su teléfono.