Cuando Héctor se apresuró a ir al lavabo femenino al que se refería Sofía, la guerra ya había terminado para entonces. Varias alumnas estaban desparramadas por el suelo con la ropa desordenada, mientras lloraban a mares. Parecía que estaban heridas; dos de ellas sangraban, y una tenía varias marcas de quemaduras de cigarrillos en la cara.
Había sangre por todo el suelo del lavabo y las salpicaduras en la puerta del baño ya se habían secado.
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