Antes de que Julieta pudiera terminar su frase, sintió que un escalofrío le recorría la columna vertebral mientras se le ponía la piel de gallina.
Leila tenía una mirada gélida. Apretó los puños con toda la fuerza posible, y ni siquiera se dio cuenta de que sus uñas ya estaban atravesando su carne. La escena de Sofía y Ricardo besándose en el pabellón la noche anterior seguía reproduciéndose en su mente; de verdad quería cortar a Sofía en pedazos cada vez que pensaba en ella recostada en los brazos de Ricardo y llamándolo «maridito».
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