Al escuchar a José maldiciendo sin parar al otro lado del teléfono, Leila se sintió muy feliz. Después de terminar la llamada, se paseó eufórica. De repente, se dio cuenta de que Ricardo seguía con cara de preocupación. Así que se apresuró a consolarle diciendo:
—¡Ricardo, no te preocupes! El tío José no tardará en montar un escándalo. Esta vez no habrá escapatoria para Alex.
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