Al contemplar al inimaginablemente guapo hombre de blanco que tenía delante, Sofía se sintió como si hubiera viajado mil años atrás en el tiempo para ver a un hombre muy guapo vestido de blanco bajo las luces de las lámparas de papel de la calle brillantemente iluminada. El lunar en el entrecejo le daba un aspecto deslumbrante, y cualquier mujer caería rendida ante su encanto de otro mundo y su inigualable belleza.
Sofía sintió que ese era un rostro que había buscado entre la multitud cientos y miles de veces, sólo para verlo de pie bajo la tenue luz cuando se volvió de repente.
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