Sofía se dio cuenta a primera vista de que la Universidad de Bahía iba muy en serio.
Los instructores de cara pétrea marchaban al paso mientras se alineaban en equipos. A primera vista se notaba que no eran soldados ordinarios, pues eran duros y musculosos por igual, y sus rostros inexpresivos mostraban un aire de intimidación y severidad en partes iguales. A diferencia del entrenamiento militar en los colegios, que solían tener como instructores a reclutas ordinarios de dos años, o a estudiantes de escuelas militares, los instructores de la Universidad de Bahía eran todos de las fuerzas especiales.
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