Cuando Sofía terminó de comer, se llevó una linterna para recoger conchas marinas. El cielo nocturno y el mar estaban oscuros, y mientras caminaba descalza por la orilla del mar, se sentía en verdad relajada. La brisa soplaba con tanta fuerza que su maxi vestido volaba como una mariposa. Miguel observó a la niña corriendo en la distancia y eso le hizo palpitar el corazón.
De repente, Daniel preguntó:
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