María no tenía ni idea de por qué su jefe sabía que había un plato de sopa en la nevera; no sólo pidió la sopa nada más llegar a casa, sino que tampoco se comió las anguilas.
Sofía se sonrojó de vergüenza, pues no esperaba que Miguel se bebiera la sopa de pollo que ella había preparado con mucho descuido. Después de todo, su cocina no era tan buena como la de un chef experimentado. ¡Dios sabía lo que Miguel diría al respecto!
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