Cansado por el exceso de trabajo, Miguel se había apresurado a llegar nada más bajar del avión. Llevaba puestas las gafas de sol y la mascarilla mientras cargaba a Sofía sobre sus hombros por el pasillo del hospital ante las extrañas miradas de todos los presentes. Mientras Sofía le gritaba desde el «burrito», él le dio una palmadita en el trasero y le dijo:
—Cállate. Es vergonzoso.
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