La anciana Machuca dejó por fin de hacer alboroto y miró a Nadia, que estaba a su lado. Al mirarla, los ojos rojos y doloridos de la anciana se llenaron de amor. Nadia entregó su pañuelo a la anciana Machuca para que se secara las lágrimas.
—¡Nad, eres tan dulce! —exclamó la anciana Machuca.
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