Una vez terminada su actual partida de ajedrez, llegó la hora de comer. Los viejos Martínez se adelantaron a almorzar. Por el camino, Sofía se esforzó por comportarse como su hijo. Después del almuerzo, se quedó un rato, pero Celso le recordó al viejo Martínez:
—¡Abuelo, es hora de ir a casa!
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