Sofía se quedó paralizada en su lugar y dejó que las lágrimas rodaran por sus mejillas. "¡No! ¡No lastimen a mi hijo!" Temblaba de miedo, pero no tenía la fuerza para protegerse a sí misma y a su hijo. Desesperación, horror y angustia. Esos sentimientos se manifestaron en cada lágrima que caía.
Afortunadamente, Quinton solo estaba acariciando su vientre a través de la fina tela. "¿Por qué le haría daño? ¡Es mi sobrinito!" Tomándola de la mano, dijo: "Vamos".
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