Al oír eso, Miguel sintió ganas de golpear algo. No habían pasado ni dos días desde que el coste de vida de Nahuel había aumentado a 1.000 al mes, pero su ego había empezado a crecer de nuevo. Qué maravilla.
Sofía se echó a reír mientras pellizcaba las tiernas mejillas de Nahuel y las hacía rodar de un lado a otro como si fueran de pasta, con los ojos llenos de cariño. Ese chico debía de estar deseando que le dieran unos azotes otra vez.
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